Hola, ¿cómo estáis?
Hoy quiero compartir con todas algunas ideas sobre cómo gestionamos la siempre difícil relación con la tecnología y nuestros hijos.
Después de más de 10 años en mi trabajo como profesora con adolescentes he aprendido que cuando hablamos de educar no podemos partir de ideas fijas, sino que nuestras ideas deben ser plásticas para poder adaptarse a la realidad que siempre va cambiando. Así que lo de tener ideas preconcebidas no funciona. Hay que adaptarse a cada situación y partir de nuestra propia realidad con la mirada puesta en qué tipo de familia queremos ser.
Nosotros partíamos de una realidad en la que los móviles, la TV y los iPads formaban parte de nuestro día a día, pero, en cambio, ninguno de los dos habíamos tenido videoconsolas ni interés por los videojuegos. Así que, antes de que naciera Pere ya nos habíamos planteado cómo gestionar las pantallas en casa. Decidimos que no queríamos que vivieran de espaldas a la tecnología, pero educar en ese aspecto sería una tarea difícil ya que muchas veces los adultos tampoco sabemos gestionarlo de la mejor manera.
Tal como afirman muchos de los estudios, el uso de las pantallas antes de los dos años es completamente desaconsejable ya que los bebés deben explorar su entorno más cercano a través de todos sus sentidos: oyendo, mirando, tocando, oliendo y probando. A partir de los dos años es el momento del juego, donde la imaginación y la creatividad deben de ser pilares en el desarrollo de los niños. Muchas veces cuando proponemos a Pere y Valentina un rato de juego en la playroom, al principio, les falta iniciativa. Pero después de un tiempo de indecisión es cuando la imaginación y la creatividad surgen de manera espontánea. Así que a veces hay que dejarles espacio, pero sobre todo hay que dejarles tiempo para que encuentren esa imaginación que todos los niños tienen.
La imaginación y la creatividad muchas veces solo necesitan tiempo y aburrimiento para que aparezcan.
Las pantallas ofrecen inmediatez, y estímulos instantáneos que les llevan a la pasividad frente a la pantalla. Es un sistema de recompensas rápidas que no ofrecen el tiempo de reflexión.
Fue a partir de los 2 años de Pere y después de Valentina, cuando empezamos a tomar pequeñas decisiones. Queríamos que nuestros hijos no vivieran apartados de la tecnología, pero a la vez que fueran creativos, que supieran las oportunidades que puede dar un iPad, pero que también desarrollaran la imaginación, y que prefirieran salir a correr al aire libre que no encerrarse delante de una pantalla.
La primera decisión fue limitar el acceso a pantallas. Los móviles de David y mío no son juguetes y ellos lo saben. La verdad es que nunca nos han pedido nuestros teléfonos para “entretenerse”. Ellos compartían un iPad con algunas aplicaciones educativas y creativas: el proyecto de Meikme, “Little Big Artist” nos encantaba porque jugábamos a hacer fotos y retocarlas y pintarlas con los estilos de Warhol, Picasso, etc; las propuestas de la colección Montessorium; Boogie’s academy, una app de reconocimiento de emociones, música, reciclaje… y solo usábamos el iPad un tiempo delimitado el fin de semana.
imágenes de Frikids
Parecía que el tema de las pantallas no era para tanto, y que lo teníamos controlado, pero entonces Valentina tuvo un accidente en un ojo y nos tuvimos que quedar en casa las dos más de tres meses de reposo absoluto. Los médicos nos dejaron claro que la prioridad era que mi niña intensa y movida de 2 años no corriera, saltara ni fuera una niña intensa y movida de 2 años durante 3 meses.
Ahí os tengo que confesar que las pelis de Disney y Pixar nos salvaron la vida y el ojo porque después de pintar, hacer puzles, manualidades, plastilina y leer todos los cuentos de la casa, era lo único que me quedaba que la mantuviera tranquila y quieta. El iPad también fue de gran ayuda y los juegos de Bimi Boo de clasificar objetos, colores, formas y animales eran, algunos días, la salvación. Y aprendimos a vivir luchando con el sentimiento de culpa. Y es que el perdonarse no ser perfecta es una asignatura que todavía muchas tenemos pendiente.
Cuando volvimos a la rutina y a la normalidad, nos costó que Valentina entendiera que ya no jugaríamos con el iPad ni veríamos películas en la TV entre semana. Nos dimos cuenta de que, después de esas semanas de un uso más intenso de las pantallas, Valentina estaba un poco “enganchada”. Para nosotros, educar no es prohibir, así que intentamos que fuera ella la que, de manera gradual, fuera substituyéndolo. Descubrir que ya podía jugar al aire libre y volver a los parques y a correr y saltar libremente ayudó mucho, la verdad.
El iPad ya no lo cogen prácticamente nunca, la verdad y el uso de la televisión ya había quedado bastante residual antes de ser padres, solo veíamos las noticias, porque ver una película con anuncios se hacía una tarea inacabable, y poco a poco con la aparición de las plataformas fuimos abandonando la TV “normal”. Así, evitamos las campañas de publicidad tan agresivas en épocas como Navidad, con juguetes o productos que a nosotros no nos gustaban para Pere y Valentina. Finalmente, hace ya más de 4 años que decidimos desconectar nuestra televisión de la antena y empezamos a decidir qué ver y cuándo.
Empezamos a instaurar la rutina de pizza y peli los viernes por la tarde y ¡hasta hoy! Nos encanta escoger pelis juntos y disfrutar de esos momentos de sofá los cuatro.
Algunas me habéis preguntado cómo lo gestionamos en vacaciones o en la caravana. La verdad es que en verano, si estamos fuera de vacaciones o este último verano ya con la caravana, ni se acuerdan de películas de dibujos. Las actividades al aire libre, o poder estar en la playa o en la piscina todo el día hace que se les olviden por completo las pantallas. En invierno, como no se puede hacer tanta vida en el exterior, si estamos en lugares fríos seguimos con las rutinas que tenemos en casa. Dentro de la caravana podemos leer, escuchar música, bailar, jugar a juegos de mesa, ver películas juntos, etc. El iPad nos viene genial en los viajes porque lo colgamos en el coche y les ponemos alguna película si el trayecto es largo para que se haga más ameno.
Creo que hemos llegado a una situación de estabilidad momentánea porque sé que tocará seguir adaptándose. Pere ya ha empezado a hablar de consolas porque alguno de sus amigos las tienen y, cuando nos queramos dar cuenta, nos pedirá un móvil y tomará apuntes en su iPad…. Y vendrán las redes sociales y se convertirán en adolescentes con sus amistades 2.0 y a ver cómo lo gestionamos…
Creo que las pantallas no son el problema. Entiendo las pantallas como una expresión de la sociedad tecnológica que nos envuelve. Creo que si racionalizamos las pantallas, es decir, les damos el uso que decidamos y no son ellas las que nos dominan, estaremos preparando a nuestros hijos para el mundo que les rodea. Un mundo que seguro será tecnológico y necesitará, más que nunca, de la parte más humana y emocional de las personas. La naturaleza y los entornos al aire libre son los espacios ideales para adquirir estas sensibilidades. Y a nosotros, nuestra caravana nos está ayudando muchísimo en ese proceso.
Para acabar, os dejo algunas de nuestras claves para gestionar las pantallas en casa:
· Nunca ponemos la tele en las comidas, es un momento importante de comunicación y para compartir nuestro día.
· Todos nuestros dispositivos los dejamos en una caja al entrar en casa y no se usan (los papis aún tenemos que mejorar aquí).
· Cuando ponemos la tele los viernes por la tarde o en algún momento del fin de semana, siempre los acompañamos o los supervisamos y escogemos entre todos qué ver (a veces las votaciones son larguísimas y las negociaciones, muy intensas).
· Durante el fin de semana, podemos hacer coincidir nuestro tiempo de pantalla cuando ellos disfrutan de su momento de series de dibujos. Planificamos cuánto tiempo dedicaremos a la TV o al móvil antes de empezar, porque ya sabemos que el tiempo cuando hablamos de pantallas vuela.
· Que nos vean con el móvil es inevitable y no es negativo porque es la realidad, pero también lo es que nos vean alternar el móvil con un libro y tener un rato de lectura, o de juego, o de conversación, o de música, o de deporte o de relajación. El ejemplo es la mejor lección para ellos.
No sé si os servirá nuestra experiencia, pero, a veces, cuando compartimos nuestras experiencias sin juzgarnos es cuando podemos aprender los unos de los otros. Si queréis dejar en comentarios cómo lo gestionáis vosotras seguro que será muy enriquecedor para todas.
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